El despertador sonó a las seis en punto, Fernando hizo como que no lo escuchó, volvió a sonar seis y diez, ahora si, sabe que se tiene que levantar.
Ducha, café y a la calle, camina esa media cuadra que tiene hasta la parada del colectivo, se encuentra con Pedro, su vecino, hablan del partido de anoche, sonríe y sigue.
Llega a la parada, hace frío y el colectivo no viene, el ruido del tránsito comienza a incrementarse mientras suceden los minutos, ya son diez y no llega, vuelve a levantar la vista lo divisa a una cuadra y con un movimiento aletargado extiende su mano en señal de stop.
Sube, pide su boleto sabiendo que lo espera media hora de aburrimiento…se estremece, su olfato no lo engaña es el perfume de Julia, su amor…su único amor.
Un torbellino de imágenes invaden su mente, intenta ordenarlas, pero no puede…Julia ya lo había visto, se encuentran en una mirada que parece detener el tiempo. Se dirige hacia ella , está sentada en el quinto asiento del lado de la ventanilla, con voz dulce y firme lo invita a sentarse a su lado. Fernando acepta gustoso.
Pasó un año desde el último encuentro en ese barcito de mala muerte, mustio y frío donde la confusión de Julia le puso fin a la relación, donde Fernando sintió la herida profunda del que ama y no es correspondido.
Muchas fueron las palabras, largo fue olvidar, duro fue desandar el camino andado para encontrar explicaciones que nunca lo satisficieron.
El perfume envolvente de Julia lo vuelve a traer al quinto asiento del colectivo, allí estaban ellos en este nuevo encuentro.
Julia rompe el silencio con una afirmación.
-Estás más delgado.
-Si, intentando comer sano y jugando al fútbol entre semana, contesta Fernando.
-Y, vos? ¿Cómo anda tu vida?, ¿seguís laburando en el laboratorio?
-Si, no se hasta cuando, a veces quisiera salir corriendo pero…ya sabés necesito de esa estabilidad.
Fernando no puede dejar de mirarla, la ve tan femenina con esa pollera gris que apenas cubre sus rodillas, con el collarcito de perlas y con ese perfume que siempre lo embriagó.
A Julia no le resultó indiferente el reencuentro, pensó que lo tenía superado y se asustó.
Dijo:- Me bajo en la próxima…
Y como todo un caballero Fernando se levantó, le cedió el paso, le devolvió el beso apresurado y la dejó ir.
Julia se bajó dos paradas antes, tenía ocho cuadras hasta su destino…ocho cuadras llenas de sentimientos encontrados. Fernando había sido muy importante en su vida.Lo reafirmó en ese momento. Lo pensó, lo vió lindo, alegre, despejado…recordó lo bien que la pasaban juntos, sobretodo las tardes de domingo cuando miraban películas, tomaban mate y hacían el amor con la música de Sting de fondo, envuelta en esas dulces imágenes que se sucedían en su mente, siguió caminando con paso enérgico, enderezó la pollera a la cadera, es la que compró la tarde anterior sobre Callao para la cita que tendrá con Juan esa noche.
Juan…increíble Juan…se cruzó en su vida en el momento menos esperado, Julia lo amó ni bien lo vió, no pudo frenar el sentimiento que le despertó su presencia esa tarde de septiembre que acompañó a Fernando al hospital.
Alto, delgado, con su guardapolvo blanco y arrugado, algo despeinado y con lentes, así es Juan, médico de vocación, por sus venas corre la pasión de aquellos que aman lo que hacen, esa tarde hace más de un año ya, lo atendió a Fernando por una gripe primaveral que lo tenía a mal traer.
Ese fue el primer encuentro, recuerda Julia, insignificante, pero tan trascendental que hizo que su vida diera un giro de 180°. Por primera vez se animó a dejar a Fernando esa relación cómoda, calentita para jugarse por este hombre que apenas conocía.
Al principio tejieron un historia de amantes, encuentros clandestinos, mucha pasión y piel.
Todo eso era suficiente para Julia, alcanzaba , la llenaba de emoción y admiración en cada uno de los encuentros, no había preguntas, no necesitaban respuestas, solo dar rienda suelta a esa pasión desenfrenada.
Esa noche, Juan la citó en un bar, el de la esquina de Ayacucho, Julia lo esperó, siempre tenía que esperarlo…
Llega, como un torbellino, se saca la campera , la apoya sobre la silla libre de la mesa, besa a Julia en la frente, mira al mozo y pide:
-Un café por favor, querés otro Julia?
-Si
Vuelve a mirar al mozo y le dice:
-dos por favor, uno más liviano, así le gusta a Julia.
Juan la mira, acaricia el contorno de su rostro y le dice:
-Me voy, gané la beca a Alemania.
Julia lo mira, lágrimas silenciosas comienzan a rodar por sus mejillas.
-¿Cuánto tiempo?, pregunta
-3 años.
Julia lo vuelve a mirar , Juan estaba sin los lentes, entra en su mirada y se da cuenta que ella no está incluida en ese plan.
No se equivoca, apasionadamente Juan comienza a comentarle como habían sucedido las cosas, como se lo habían comunicado, lo feliz que estaba por haber alcanzado ese logro en su carrera…
Julia dejó de escucharlo …ni su amor, ni su entrega alcanzarían para detener a Juan.
Se sintió sola…no lo interrumpió no hizo ninguna pregunta, no quería escuchar la respuesta.
Sobre su pollera gris, la cartera, siente que su celular vibra…no le importa, pero la curiosidad le gana la pulseada.
Lo saca, lo lee, mensaje de texto de Fernando…te ví muy linda esta mañana….
¿tomamos un café?
Silvina Rinaldi
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