martes, 15 de noviembre de 2011

La puerta


El 20 de abril de 2007 asistí al teatro con Carlos, mi marido, a ver una obra llamada “La puerta”. La obra contaba que en realidad no hay una dimensión única, sino que todos vivimos vidas diferentes en universos paralelos. La obra me impresionó. Cuando el teatro quedó vacío, mientras Carlos salía del salón, subí al escenario y abrí la puerta del decorado que usaban para trasladarse a otros mundos. Pasé por la puerta y noté algo diferente, me vi a mí misma en el teatro pero ya no era bióloga sino que era una actriz. No estaba casada con Carlos, en su lugar tenía un romance con un joven llamado Juan. En lugar de la cola de caballo que uso siempre como peinado, llevaba el pelo suelto; mi rostro estaba pintado y mis ropas eran coloridas, mi remera escotada, mi pollera corta, y llevaba tacos altos. En lugar de ser retraída y medida, llevaba un vaso de whisky en la mano y reía con desparpajo. A diferencia de mi relación contenida con Carlos, agarraba a Juan frente a todos mis amigos y lo besaba como si fuera la última vez. Inquieta, volví a abrir la puerta para regresar a mi universo, pero al verlo a Carlo tan serio, recriminándome que hacía media hora que me esperaba, volví a cruzar la puerta. Esta vez ya no era ni bióloga ni actriz, era madre de mellizos, y como yo quería ser actriz, salí y entré nuevamente. Ahora era enfermera, eso no me gustó mucho. Comprendí que por más que entrara nuevamente, jamás volvería a encontrar mi vida de actriz, así que resignada, sabiendo que cada vez sería algo distinto, abrí la puerta para volver a ver la cara larga de Carlos. 

Fernanda Manzanal

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