martes, 15 de noviembre de 2011

Enero


   Cerquita de Mar del Sur, hay un bosquecito de coníferas que siempre visité, desde niña.
Forma parte de esos lugares que siento que tengo el mapa dibujado en el corazón, tan familiar como el hecho de visitarlo cada año llegando en bicicleta.

   Una mañana de enero, salí temprano a reencontrarme con ese lugar, que muchas veces, durante el año, desde la ciudad , lo recordaba como mi lugar en el mundo.
Caminé, distraída, abstraída, sintiendo el sol sobre mis mejillas, un largo rato…y decidí emprender la retirada, mis amigos estarían esperándome para ir a la playa, pensé.
Giro, tomo el sendero de la derecha y caigo estrepitosamente en un pozo.
Sentí mi caída lenta, de espaldas y me sumergí en las aguas profundas del mar.
Podía respirar y nadar en sus aguas, todo era claro y revelador para mí, no había tiempos ni espacios, todo era un gran todo.
Experimenté la sensación increíble y desconocida de sentirme en libertad, y lo disfruté.
Me encontré con un gran pez, que estuvo dispuesto a llevarme a recorrer las cavernas que el habitaba y acepté. Sentí como crecían escamas en mi piel y supe que me estaba transformando…
Fue sugerente no resistirme a lo inevitable y lo disfruté.
De pronto, me transformé en partícula de viento y volé, tan alto como pude y también lo disfruté.
Sentí que podía manejar la metamorfosis y elegí utilizarla.

…Mientras tanto en ese pequeño pueblo del sur de Bs.As los diarios titulaban:
“Muere joven turista al caer en un pozo del bosque”.

Silvina Rinaldi

1 comentario:

  1. Me encantó!

    Che, está bueno lo que escribís, Sil, voy a seguir leyendo.

    Fran

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